Como parte de nuestra apuesta por descentralizar el trabajo feminista y territorializar el derecho al aborto, y después del enorme impacto de la primera Ruta Caribe, desde Jacarandas decidimos volver al Caribe colombiano. Pero esta vez con un propósito distinto: llegar a los territorios que casi nunca figuran en la agenda pública, corregimientos, comunidades rurales e indígenas donde la información viaja lento, los recursos no llegan y las conversaciones sobre autonomía suelen desarrollarse en silencio.
Así nació Ruta Caribe 2, un recorrido por tres municipios de los departamentos de Sucre y Córdoba —El Coley, Montería y Sampués— realizado del 19 al 22 de noviembre de 2025, en el marco del 25N. Durante cuatro días, llevamos talleres de aborto seguro, ferias feministas, círculos de la palabra y espacios de formación sobre violencias y derechos, alcanzando a más de 200 personas gracias al trabajo conjunto con colectivas y procesos comunitarios.
A continuación, recorremos lo que se vivió en cada parada.
El Coley (Los Palmitos, Sucre): una juerga feminista entre lideresas, adolescentes, madres y saberes comunitarios
La primera parada fue el 19 de noviembre en El Coley, un corregimiento donde hablar de derechos sexuales y reproductivos tiene otro peso y otro ritmo. Para Jacarandas era esencial llegar allí: a esos territorios a los que la información sobre aborto pocas veces llega y donde las discusiones se sostienen gracias a la resistencia cotidiana de lideresas locales como Colectiva Montuna.
La jornada fue profundamente diversa: jóvenes adolescentes, lideresas campesinas, madres cabeza de hogar y mujeres mayores, todas reunidas para cuestionar, reflexionar y aprender. El taller fue experiencial, con dinámicas como el semáforo, las palabras vivas y ejercicios colectivos que permitieron dialogar desde las vivencias, no desde la teoría.
Desde el inicio varias mujeres dijeron que no estaban de acuerdo con el aborto, pero ese era precisamente el espíritu del espacio: no convencer, sino dar información clara y libre de juicios. Al finalizar, muchas de ellas agradecieron haber recibido datos confiables por primera vez.
La jornada estuvo rodeada de los sabores del Caribe rural: bollo de maíz con coco, suero, dulce de papaya, refrigerios preparados por las mismas mujeres del corregimiento. Al caer la tarde compartimos una chocolatada mientras construíamos una mandala comunitaria, colocando palabras y símbolos que hablaban de autonomía y cuidado.
Cerramos con un mapa de sueños sobre cómo se ve una vida sin violencias: comunidades que escuchan, niñas libres, mujeres con poder de decisión. El Coley nos recordó que también se lucha soñando.

Montería (Córdoba): juventud, feria feminista y derechos en una universidad que respira activismo
La segunda parada fue el 20 de noviembre en la inmensa y arbolada Universidad de Córdoba, un campus que vibra con la vida estudiantil y donde el sol caribeño caía con fuerza en plena Semana Cultural. El ambiente era perfecto para lo que queríamos: un espacio para parcharse, conversar y aprender entre música, creatividad y comunidad.
El Mercadito Caribeñxs 25N se convirtió en una feria feminista con stands informativos, emprendimientos locales, ropa de segunda, materiales pedagógicos y la presentación de una cantautora que acompañó la jornada a ritmos de vallenato y canciones feministas . Las colectivas aliadas Marea Brava, Violetas Rebeldes, FEMM, Cats Call Montería, Caribeñxs, y Construyendo Ciudadanía llenaron el lugar de energía, colores y diálogo.
Nuestro stand se volvió un punto de encuentro. Al principio, estudiantes de química, enfermería, sociales, educación y otras carreras se acercaban tímidamente, pero pronto la timidez se transformó en curiosidad: cada estudiante que recibía información sobre aborto seguro, anticoncepción o autonomía traía a otra persona.
La jornada fue larga y calurosa, pero también llena de risas, preguntas y descubrimientos, recordándonos que el aprendizaje colectivo también es una forma de disfrute.

Sampués (Sucre): minga, palabra y derechos en el corazón del Cabildo Zenú
La última parada fue el 22 de noviembre y fue la más distinta a todas. Llegamos al Cabildo Menor de Sampués, un espacio profundamente simbólico para el pueblo Zenú y un lugar donde la vida comunitaria y política se teje desde la palabra, el respeto y la memoria. La Minga de la palabra: las mujeres participan libres de violencias fue posible gracias a la Consejería Regional de Mujeres Zenú, Swissaid, Juventud en Movimiento y la Red Comunitaria de Prevención y Detección de Violencias.
Era el evento más grande de la jornada y, a diferencia de los encuentros anteriores, la mayoría de quienes estaban allí eran lideresas y líderes con larga trayectoria, personas mayores que han sostenido el territorio por décadas. Desde el inicio nos hicieron sentir bienvenidas; ese gesto marcó el ritmo del día.
Comenzamos presentándonos y compartiendo desde dónde trabajamos. Luego conversamos sobre violencia política de género, participación y derechos sexuales y reproductivos, dando paso a un conversatorio donde las propias lideresas indígenas compartieron sus luchas, sus preocupaciones y sus formas de organización.
El espacio fue profundamente participativo: preguntas, reflexiones y aprendizajes cruzaban el salón, mostrando la fuerza colectiva del territorio.
Hubo emoción y sorpresa al recibir los pañuelos verdes, que asumieron como símbolo de lucha y unión con otras mujeres del país. A pesar del calor intenso, el ambiente se sentía fresco: fresco por la conversación sincera, por el aprendizaje mutuo y por la forma en que nosotras también escuchamos y aprendimos de su modelo organizativo y sus formas de representación.

Lo que deja Ruta Caribe 2: aprendizajes, redes y futuro
Ruta Caribe 2 nos confirmó que el Caribe está tejido de procesos feministas vivos, diversos y valientes, aunque muchas veces invisibilizados. Nos recordó que hablar de aborto en territorios rurales e indígenas exige escucha, respeto y disposición a construir desde las diferencias, y que las colectivas locales son quienes sostienen la conversación cuando nosotras regresamos. También nos mostró que la juventud universitaria del Caribe está más movilizada, curiosa y crítica de lo que suele imaginarse; y que el 25N es una oportunidad para abrazar, informar y politizar la lucha contra las violencias, no solo desde la denuncia, sino desde el cuidado colectivo. Ruta Caribe 2 nos reafirma que descentralizar no es solo viajar, sino reconocer, acompañar y caminar junto a los territorios, aprendiendo de sus formas de organización, de sus sensibilidades y de su resistencia cotidiana. Volvimos con nuevas alianzas, aprendizajes y certezas: la lucha por los derechos sexuales y reproductivos se sostiene mejor cuando se teje desde la diversidad y cuando la palabra, la memoria y la comunidad se encuentran.
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